miércoles, 25 de enero de 2012

Cómo evitar el dolor de una discusión


Por Robert Sánchez, en el blog http://www.unavidasencilla.com

¿Cuántas veces puede llegar a discutir una persona en toda su vida? ¿10, 20, 50, 100, 2.000 veces? Sería algo difícil de calcular, pero sin ninguna duda son muchísimas, y probablemente demasiadas.
Muchos pensarán que una discusión es una batalla entre dos razones. Uno la tiene. El otro no. El que la tiene gana. El que no la tiene pierde. Hasta hace no mucho tiempo yo también pensaba así, pero ya no. Hoy sé que todos los lados acaban perdiendo.
Que uno de los dos acabe teniendo la razón no significa nada, y da lo mismo si al final de la discusión aparentes tenerla tú. Las secuelas de ese momento de tensión que acaba de ocurrir son igual de nocivas para el “ganador” que para el “perdedor”. Después de discutir, especialmente con alguien que quieres o con quien convives diariamente, se te queda mal cuerpo, mal sabor de boca, incluso dolor de cabeza, y seguramente, siempre que no seas un psicópata carente de empatía, cierto sentimiento de culpa. Discutir no es agradable, posiblemente tampoco sano, y el cuerpo también nos lo hace saber. Discutir duele.

Cómo evitar el dolor de una discusión

Mi socio Xavi me recordaba hace unos días el siguiente chiste de Eugenio:
Dos hombres se encuentran en la calle, uno le dice al otro:
Hombre 1: ¿Usted como se conserva tan joven?
Hombre 2: Pues mire, no discutiendo con nadie.
Hombre 1: Pero hombre, por eso no será.
Hombre 2: Pues no será por eso.
Lo primero: comprender que aquí no hay una única verdad, ni una sola, ya que la vida y la realidad que cada uno cree son interpretaciones de las propias experiencias individuales. Lo que es absolutamente cierto para mí no tiene porqué serlo para quien tengo enfrente, y viceversa. ¿Quién soy yo para creerme poseedor de la verdad, de la razón? Es sólo mi punto de vista. Nada más.
Una vez comprendido esto, como éste en parte es un blog de simplicidad, la respuesta acómo evitar el dolor de una discusión es simple: no discutiendo.

Entonces… ¿hablamos?

Tan fácil como eso. ¿Verdad que cada uno tiene su opinión y que ambas son igual de válidas? ¿Verdad que hablando tal vez logremos acercar posturas y ponernos de acuerdo o tal vez todo lo contrario y sigamos pensando totalmente distinto? ¿Verdad que aún así tampoco es tan grave y no pasa nada? Cada uno puede pensar lo que quiera y seguir su camino, incluso separándonos. Otra vez, no pasa nada. ¿Tan importante es “tener razón”? ¿Tanto para que duela? ¿Tanto para hacer daño?
Mejor hablemos. Tú tienes tu punto de vista y yo tengo el mío. ¿Qué tal si simplemente lo exponemos? Si nos atrae el tema podemos alargarlo un poco y desglosar aún más nuestra opinión. A eso se le llama conversar. Y si no, pues podemos dar la… ¿discusión?… la exposición por zanjada. Y a otra cosa mariposa. Pero sin dolor.

El dolor separa los corazones

Hace muchos años leí en el libro De la autoestima al egoísmo de Jorge Bucay el siguiente cuento. Me quedó grabado y lo recuerdo antes de discutir con alguien, y desafortunadamente a veces también después de hacerlo. Se titula La distancia de los corazones:
Un día Meher Baba preguntó a sus mandalíes:
-¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los hombres pensaron durante unos momentos.
- Porque pierden la calma -dijo uno- por eso gritan.
- Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? -preguntó Baba-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro Meher Baba. Finalmente, él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse la una a la otra a través de esa gran distancia.
Luego Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?…Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Los discípulos lo escuchaban absortos y Meher Baba continuó:
- Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? Los enamorados no hablan, sólo susurran y se acercan más a su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observad lo cerca que están dos personas que se aman. Así pues, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia será tanta que ya no encontraréis el camino de regreso.

1 comentario:

Henar dijo...

Muy bonito el cuento....